martes, 27 de diciembre de 2011

Navidad

Sin duda la Navidad se vive de otra manera con un lechón de tres años en casa. Pero no tanto por la historia de Papá Noel, los Reyes Magos y los regalos, a los que presta más bién poca atención, sino más bién por lo mucho que él disfruta con tanto acontecimiento familiar, tanto tiempo pasado con mami (y un poquito con papi, aunque yo me estoy llevando la mayor parte...), y tanto ambiente festivo a su alrededor. El año pasado, aunque Manuel ya se enteraba de todo lo que ocurría, el nulo ambiente navideño en Bali no nos ayudaba a hacerle entender de qué va esto de la Navidad.

Este año no es que le estemos empapando del Nuevo Testamento, porque nosotros somos bastante poco creyentes aquí y en Sebastopol, pero sí que ha vivido de cerca ciertas tradiciones por primera vez. Le enloquecen los belenes, con sus  pastorcitos, sus puentes, sus molinos y cómo no, el nacimiento con el "niño José", según dijo a voz en grito el otro día que estábamos viendo uno precioso en la Casa de Cultura. Ni que decir tiene que la espontánea exclamación de mi pobre pequeño de tres años (que aparenta mucha más edad por su estatura) me dejó en evidencia delante de una multitud de padres sin duda mucho más creyentes que una. También ha abierto una por una todas las ventanitas del calendario de Adviento, ¡con chocolatinas sorpresa!, ha ido al circo con sus abuelos, ha recibido un regalo del mismísimo Santa, y puso su granito de arena para ayudarnos con el árbol de Navidad.


Hoy ha sido el novamás de los  momentos navideños porque hemos pasado la mañana en una pista de patinaje sobre hielo que  ha instalado el Ayuntamiento. Lo cierto es que patinar no ha patinado mucho, porque tras un par de caídas se ha dado cuenta de que aquello resbalaba un montón y ha decidido quedarse clavado cual abeto navideño en medio de la pista sin andar ni para delante ni para atrás. El pobre daba penita, con una cara de concentración tremenda, pero cada vez que me acercaba a intentar ayudarle me gruñía enfurecido con un "YO SOLO" que no admitía discusión. Tras alrededor de 20 minutos ha logrado avanzar más o menos tres metros sin caerse. Entonces por fín ha sonreido y ha dicho: "mami, ya sé patinar". Perseverante y tozudo como su madre.

Aún así el pobre lechón anda algo decepcionado preguntando "¿y porqué todavía no ha venido la Navidad?". Y yo, "que sí que la Navidad fué el día que vino Papá Noel y comimos todos juntos..." Y él todo enfurruñado, "pero que noooo, que no ha venido la Navidad todavíaaaaa" Me costó lo mío pero ya he descubierto que la razón de la absurda pregunta es que él está preguntando "porqué no ha llegado la nieve", y que Navidad y Nieve son en su cabecita sinónimos por algún cortocircuito suyo. Tanta peli de Navidades blancas y tanto cuento navideño con muñecos de nieve le han llevado a pensar que sin nieve no hay Navidad y viceversa. Pues nada, como la canción: "dreaming of a white Christmas..." 

domingo, 11 de diciembre de 2011

Doce semanas

Mañana cumpliré las 12 semanas de embarazo pero aún no acabo de creerme que lo que hace crecer mi tripa tan (sorprendentemente) rápido sea otro bebé. Cuando lo supe la alegría se mezcló con una nueva sensación de vértigo que no recuerdo haber sentido en el primer embarazo. Supongo que ahora sé de verdad lo que es ser madre, para bién y para mal... Estas semanas han pasado muy deprisa, y me he movido en una especie de burbuja de agotamiento y somnolencia que me ha llevado a poner el piloto automático para poder seguir con el ritmo habitual a duras penas: jornada intensiva-extensiva en el trabajo + la casa + el lechón + lo que surja... Ahora parece que empiezo a recobrar algo de energía, aunque tal vez sea sólo que estos días de macro puente me han venido muy bién para descansar y tomar fuerzas.


El lechón, haciendo de gala de su intuición, lo sabe sin que nadie se lo haya dicho oficialmente, y pregunta de cuando en cuando sobre el tema. Ayer me dejó muerta cuando, apoyando su cabecita sobre mi tripa preguntó "mami, ¿vas a tener ya al hermanito?". El papá ejemplar anda haciéndose a la idea como puede, aunque no se molesta en disimular que ganas de otro bebé no tiene ni pizca. A este paso voy a tener que quitarle el título, aunque le estaré eternamente agradecida por haber cedido a mi insistencia-coacción en un acto de Amor del que espero que no se arrepienta nunca.
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