viernes, 19 de agosto de 2011

Con un coche en cada mano

En estas larguísimas vacaciones el lechón sufre verdadera hambruna de contacto con otros niños. Madrid está medio desierto, y las altas temperaturas no permiten muchas horas en la calle, así que pasa más tiempo en casa y entre adultos del que seguramente le gustaría. Procuro que tenga todos los días un ratito de contacto con niños, así que cuando el sol afloja bajamos al parque a la caza de amiguitos con quienes jugar. Y cuando digo a la caza, me refiero de verdad “a la caza”.

Desde que volvimos a España, el lechón ha adquirido una depurada técnica para hacer amigos. Consciente del poder de los juguetes, nunca olvida llevar dos coches (ni uno ni tres ni cinco, tienen que ser dos) porque a él lo que le gusta es el juego en pareja. Baja al parque con un coche en cada mano y allí espera a su presa con ilusión. Si ese día tenemos la mala suerte de que solo haya un bebé, se sienta y espera pacientemente porque él es “muy mayor” para jugar con bebés. A veces, cansado de esperar, intenta que el bebé le haga caso, pero pronto se dá cuenta de que no hay manera y la emprende con el padre o madre de la criatura e inicia una conversación surrealista a cerca de los coches (“mira, este me lo compró mi nana y éste es mi favorito, éste es black…”) Le encanta abordar a los progenitores y puede contarles la vida y milagros de sus coches o cualquier otra cosa, que es él la mar de comunicativo… “Esta es mi mamá, mi papá está trabajando y tengo una moto en casa, me porto muy bien y me van a llevar al cine…. Bla bla bla” El padre o madre, entre divertido e incómodo, trata de centrarse en su periódico o en su propio enano, pero Manuel no se rinde fácilmente e insiste hasta que consigue tener una pequeña conversación. Cuando por fin aparece una buena presa: niño (la mejor opción) o niña (si le hace caso también le sirve) de entre 3 y 6 años, Manuel deja al papá tranquilo y “ataca” a la criatura con un coche en cada mano. Le hace entrega del vehículo que habrá de usar, haciendo gala de las buenas maneras que le hemos enseñado: “quieres jugar conmigo? Me llamo Manuel, tú té te llamas? ¿Tú té tienes de los años?” (ésta es su enrevesada manera de preguntar cuántos años tienes, y me parece tan adorable que me resisto a corregirle). El que la sigue la consigue, así que éste es el preludio de una gran amistad que durará no más de una hora, con suerte, pero que el lechón exprime al máximo porque, como os decía, está muy necesitado. 

miércoles, 17 de agosto de 2011

Agosto acatarrado


No sé si será el cambio de clima. Pasar del ochenta por ciento de humedad que “disfrutábamos” en Bali a la sequedad ambiental madrileña es una experiencia durilla en muchos aspectos.  Mi piel, descamada y perdiendo bronce a pasos agigantados, pide a gritos hidratación… Pero eso es lo de menos. Lo peor es el aparato respiratorio, que  lleva dando lata desde aquellos fríos días de fines de julio, ¡quién lo diría! Estoy al borde de comprar un humidificador de ambiente, de esos que siempre he despreciado por considerarlos trastos inútiles y engorrosos… Los 40 grados a la sombra de aquí, con humedad cero, tampoco parecen haberle sentado nada bién al lechón, que lleva resfriado ya ni sé el tiempo, alternando mocos a tutiplén, tos, dolor de garganta, fiebre, otra vez tos y vuelta a empezar. Por suerte en Madrid, a falta de humedad, tenemos una Sanidad pública que ya quisieran en Bali y no nos han faltado medios para atajar el eterno catarro veraniego. Por primera vez un médico español nos recetó antibiótico, y creía yo que no lo verían mis ojos… Pero ni por esas, el niño sigue tosiendo y ya van diez días sin pisar la piscina, que ya es. Un mes de agosto en Madrid, con hijo único y sin posibilidad de piscina, es un reto para la imaginación de cualquier padre. No ayuda que los familiares y amigos con quienes compartir ratos tengan la fea costumbre de irse de vacaciones, los muy egoístas. Así que este puente de agosto hemos exprimido lo que hemos podido las opciones de ocio de secano en Madrid, y hasta se nos han ocurrido planes alternativos, y baratos, para pasar el rato. 


-          Remar en el lago de la Casa de Campo, un clásico. Al papá ejemplar le horroriza lo de montar en barca y montó con cara de cordero degollado y profiriendo amenazas al lechón, que prometió portarse bién. Estoy segura, y mi madre lo ha confirmado, que de niña  no me llevaron nunca en barca, y mi trauma infantil me lleva a querer dar una vuelta en cualquier medio de transporte fluvial a mi alcance: y claro, el lechón encantado de la vida.

Ir en tren (ligero) y en metro, sin ninguna necesidad, ni rumbo, ni prisa. Y diréis, qué tontería, pero es que este niño mío va para ingeniero. Le maravilla todo lo que se refiere al mundo de los transportes: coches, motos, bicis, y, sobre todo, los trenes. Así que en aras de hacerle feliz, el lunes pasamos la tarde, en familia, tren arriba y tren abajo. Al menos es agradecido, y cuando veníamos de regreso me dice: ¡qué bién lo hemos pasado mami!




-  Conocer, y admirar, las mejoras urbanísticas de nuestra ciudad, que parece que por fin -o por la crisis, según se mire- ¡se han acabado las obras! Merece una visita el nuevo espacio en torno al Río construido sobre la soterrada M-30, con diecisiete zonas de juegos infantiles diferentes. El lechón disfrutó de lo lindo en la colina de los toboganes, tanto que hubo que sacarle de allí casi a rastras.

viernes, 5 de agosto de 2011

Reflexiones agostiles

-Hartita estoy de oir hablar de conceptos que no acierto a entender como "precio de la deuda", "primas de riesgo". Acabo de leer la siguiente frase en un diario y me he quedado ojoplática: "El riesgo país de la otra economía periférica atacada por los inversores camina en paralelo a la española: 417 puntos y un interés del 6,42%." ¿De verdad alguien entiende todo ésto? Yo no, y además, me deja fría y el único mensaje que me llega es "las cosas están fatal" y "de esta crisis no salimos en la vida ni con elecciones ni sin ellas". 




- Mientras tanto, la emergencia alimentaria en el cuerno de África empieza a olvidarse porque parece que las grandes cifras de la economía mundial, los inversores y las fluctuaciones bursátiles son infinitamente más urgentes que algo tan sobrecogedor como que miles de niños pasen hambre y sufran enfermedades hacinados en campos de refugiados. Tengo que retirar la vista de la pantalla cuando aparecen las imágenes de estos pequeños desnutridos. Y he empezado a utilizar con el lechón aquellas sentencias de "cómetelo todo que hay niños en África que pasan mucha hambre..." Como si el hecho de que él se coma el brócoli fuera a aliviar en algo a los pobres somalíes. Me parece estar oyendo a mi madre hace 25 años... qué pena que las cosas hayan cambiado tan poco desde entonces. Me dan ganas de salir a la calle y sentarme en la Puerta del Sol: estas son las cosas que a mí me hacen estar INDIGNADA. 


-Es agosto y por mucha crisis que haya, o tal vez por eso, media España está en la playa y la otra media durmiendo la siesta. La biblioteca municipal, oasis con montones de cuentos y aire acondicionado para tardes aburridas, está cerrada por inventario: YA! Y yo voy y me lo creo. 


- La semana pasada llevamos al lechón al cine por primera vez y le encantó. Se tragó CARS 2 enterita y parecía estar pegado al asiento con "superglue". Nunca había estado quieto y despierto durante tanto tiempo. Me pregunto si la de los Pitufos será ya demasiado para él, pero me apetece verla y lo mismo este fin de semana lo intentamos. 


- Estoy pensando en cambiarme a Wordpress porque con blogger no consigo comentar la mitad de las veces. Empezar de cero con un programa nuevo se me hace cuesta arriba, así que no acabo de animarme.


- El lechón empieza a preguntar qué es eso que tienen todos los niños en el parque menos él: "hermanos". Yo intento convencer a la papá ejemplar para ir  a por otro, pero me dice que mejor me compre un perro... A mí me encantan los cachorros, casi más que los bebés, pero no consigo hacerme a la idea de renunciar a ser madre otra vez. Estoy por sentarme en la puerta del Sol también por ésto, a ver si así me hace caso. 
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