- Me gusta llevar a Manuel al "playground", aunque el día que me toca estoy muerta de sueño, y escuchar en el coche su parloteo incansable: ahora me pregunta si vamos a ir por el "atajo", que es una palabra recién aprendida, ahora pasamos por la excavadora "blue" y se pone muy contento, ahora me pregunta "¿y hay muchos baches?". Le encanta hacerme las mismas preguntas al pasar por los mismos sitios, y su memoria es de una precisión sorprendente. Si hoy le señalo a un niño que pasa con su bici delante de una tienda, mañana me preguntará por el niño exactamente en el mismo lugar. Alucino.
- Me gusta que me pida que le lleve de la manita y que se agarre a mi dedo índice como cuando era un bebé.
- Me gusta ver en él rasgos de mi carácter, aunque a veces veo reflejadas cosas que me aterran. Se me cae la baba cuando veo que es perfeccionista, rápido y concentrado, aunque no me gusta ver en él mi mal genio y mi impaciencia.
- Me gusta que se ponga mimoso y me pida que le haga la "normiguita" (o sea, que le dé caricias por la espalda mientras él remolonea). A veces se pasa de perezoso y le tengo que dar un toque, que se nos está haciendo un vago de mucho cuidado... Al menos esto sí sé que no lo ha heredado de mí... el gen del papá ejemplar tiene, seguro, mucho que ver en ello.
- Me gusta que en la playa me grite, "cuidado mami viene una ola"
- Me gusta que me "explique" los juegos que él inventa, y me diga "mira mami, te voy a explicar... ves?"
- Me gusta que corra a darme un abrazo muy fuerte cuando le recojo del "playground", aunque esto últimamente está dejando de hacerlo.
- Me gusta que cuando encuentra un palito, una piedra, o cualquier tesoro por el estilo, siempre busque otro igual "para mami".
- Me gusta que cuando me suelto el pelo me mire sonriente y me diga: "mami es una princesa?"
No sé si me ha quedado muy empalagoso este post. Por si acaso, otro día escribo la lista de las cosas que no me gustan (que hay unas cuantas) para compensar tanta ñoñería.