domingo, 22 de febrero de 2009

Los dos solos

Es increíble lo largos que se hacen los fines de semana cuando un pequeño lechón toca diana a las ocho de la mañana. Normalmente David y yo nos turnamos, y cada día madruga uno, para que así el otro pueda descansar, pero esta vez, Manuel y yo hemos estado solitos porque David se ha marchado a esquiar con unos amigos, el muy golfo!
Esta mañana, y también ayer, hemos estado en el parque que hay al lado de casa, y como hacía un tiempo buenísimo, nos hemos sentado en la arena. La primera reacción de Manuel al tocar la tierra ha sido de susto, y parece que no le motiva nada la idea de jugar con ella. Todo se andará, supongo. Lo que más le gusta del parque es mirar a los otros niños y caminar cogido de las manitas, una postura que a mi pobre espalda le está pasando factura. También le encanta el columpio, y el tobogán, aunque todavía le bajo agarradito de las dos manos. El mundo del parque también es nuevo para mí... ¡Quién me ha visto y quién me ve! Yo que nunca he sido demasiado sociable con el mundo vecinal, de charla mañanera sobre papillas de frutas, gateos frustrados y demás avatares de la vida maternal... no somos nadie!
En este interminable domingo también he tenido tiempo de ver a una amiga que está embarazada de trillizos. ¡TRILLIZOS!! Van a ser dos niñas y un niño, imaginaos. Se me ponen los pelos de punta solo de pensarlo. Pero ella, inconsciente de lo que le espera, está muy ilusionada. Normal... Por suerte no les faltan medios económicos para tener ayuda en casa, aunque con tres bebés, nunca hay suficientes manos.
Hemos ido a comer a casa de mi madre y Manuel ha decidido que allí no duerme la siesta. Se está haciendo mayor, y se nota sobre todo en que ya no se duerme en cualquier parte como antes, y especialmente no le gusta nada la silla de paseo para la siesta, así que lo de salir a comer fuera se hace cada vez más pesado porque, al no querer dormir, se pone muy tonto, luego no quiere merendar, y arrastra la tontería toda la tarde.
Estaba tan agotado que se quedaba dormido mientras tomaba el bibe, y ha caído rendido, nada más dejarle en la cuna. Ahora duerme como un angelito. Y yo deseando que llegue su papá para tener una conversación adulta y terminar bien el fin de semana.

lunes, 16 de febrero de 2009

Baby Einstein


Una no puede ser siempre la mamá perfecta. Hay tardes en las que Manuel se pone insoportable. Como la de hoy. Se aburre de los juguetes a los dos minutos y solo quiere ir en brazos de un lado para otro de la casa o bien estar de pié y "caminar", con sus diez hermosos kilos atacando mis lumbares, que ya son una pura contractura. Pues bien, para esos ratos, en los que una ya no sabe ni qué hacer, unos señores muy listos y muy piadosos con las madres inventaron Baby Einstein. En estos momentos, mientras yo posteo felizmente, mi pequeño lechón está diciéndole cosas que sólo él entiende a unos muñequitos muy simpáticos que salen en la tele... No es maravilloso? Como madre responsable que soy, sé que no está bién tener a los niños enchufados a la caja tonta todo el día. Pero para un rato... ¡es una gozada! Aunque pase por delante de la tele, Manuel ni me mira, no pestañea, le encanta. Hasta ahora le ponía uno que se llama "Baby Mozart", que es para bebés de 0 a 3 años, y es una bendición, me asegura 40 minutos de absoluta tranquilidad en los que me da tiempo de ducharme, maquillarme si tengo que salir, hacer la cena o, como hoy, escribir un post. Hoy está viendo por primera vez "Baby Galileo", que va sobre el universo y las estrellas y se recomienda a partir de los nueve meses. Parece que por ahora no tiene ninguna queja.

En un ratito, baño y bibe.

domingo, 8 de febrero de 2009

Ocho meses y una duda razonable

Manuel ya tiene ocho meses, y parece que fue ayer… Está enorme y muy fuerte, pero creo que no tiene ninguna intención de empezar a gatear. Prefiere estar de pie, y "caminar" por toda la casa "colgado" de nuestros brazos le parece el colmo de la diversión. Esta semana le ha empezado a salir su tercer diente, uno de los paletos. Parece que por el momento la “crisis” de sueño ya ha pasado y vuelve a dormirse solito sin llorar casi todas las noches. Ya sea gracias al método Estevil o por mis desafinadas nanas, el caso es que es una gozada dejarle en la cuna a las nueve y que caiga redondo sin decir ni pío. Ayer, cuando estaba terminando de ponerle el pijama después del baño, escuchó el sonido de las llaves en la puerta e inmediatamente se puso a reír y a mover los bracitos entusiasmado: sabía que era su padre el que llegaba ¿No es increíble?

El miércoles nació Alba, la hija de Rut y Sergio, nuestros vecinos y amigos, y la hermana de Carolina. Es tan chiquitina y tan frágil que me parece mentira que Manuel fuera, hace no tanto tiempo, poco más grande que ella.
El jueves fuí a verles a la clínica, y me trajo muchos recuerdos, algunos buenos y otros no tanto, de cuando nació Manuel. La verdad es que nuestros primeros días no fueron nada fáciles, el pequeñajo se ganó a pulso el apodo de lechón, porque lloraba constantemente salvo que estuviera en el pecho. Lo mejor de empezar tan mal es que ya solo se puede ir a mejor…y lo cierto es que la cosa ha mejorado muchísimo. Ahora Manuel nos contagia su alegría. Es un niño feliz, tranquilo, simpatiquísimo y muy bueno. Cada día me recuerdo a mí misma lo afortunada que soy de tenerle, no sea que se me olvide.

Ver a Rut tan feliz con su segundo bebé me ha hecho pensar en cómo sería si me animara a tener otro hijo -esto le va a provocar al papá del lechón una urticaria por lo menos. Tranquilo, no es que me lo esté planteando ¡que no es así!!, pero me pregunto si al segundo hijo se le quiere igual que al primero. Francamente, yo no estoy segura de que sea posible querer a otro bebé tanto como a Manuel. Y no digo que al segundo no se le quiera, no es eso… pero no creo que sea lo mismo. Por algo desde la antigüedad el primogénito es el legítimo heredero de bienes y títulos nobiliarios. Creo que el primer hijo es especial, porque con él se descubre un sentimiento, el amor de madre -sí, "amordemadre", como en los tatoos de los moteros-, que nunca se había vivido. Yo creo que con los demás hijos se aplica ese sentimiento ya conocido, y por supuesto que se les quiere, pero que ya no se siente el flechazo de la primera vez. Y que conste que lo dice una que tiene un hermano mayor y, pese a todo, se siente inmensamente querida. En fin, tal vez si me animo a darle a Manuel un hermanito cambie totalmente de opinión. Sinceramente, ahora que no nos oyen…las que tenéis más de uno, ¿creéis que me he vuelto loca? ¿de verdad se les quiere igual?
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